No vale enamorarse

-Sabes? me gustaba jugar contigo- dijo con aire melancólico. Parecía la típica escena. Mirada perdida, cigarillo en mano y la ventana abierta. 
- A mi también, fuiste tú quien lo dejó.
- Y tu el que se volvió un ludopata. 
- Pero era nuestro juego.
- Y tú olvidaste las reglas...
Se fue de aquella habitación y volvió al escandaloso ruido de la fiesta. Necesitaba mucho ruido para callar esas voces interiores que no callaban desde hace días.


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