-Y tú, porque viajas?- le pregunto la chica de los ojos
rasgados y los ojuelos bien hundidos.
-No lo se... nunca me lo había planteado. Supongo que me
gusta descubrir nuevos sabores, nuevas ciudades e historias. Hasta que alguna
me recuerda a él... Entonces es cuando me marcho.
-A dónde marchas?
- A otro lugar. Diferente y lejano. Para volver a comenzar
de nuevo.
-Y no te sientes sola?- preguntó extrañada.
-No, sola me sentía en Nueva York. Pueda sonar paradójico porque
siempre estaba lleno de personas. Pero personas con vidas demasiado estresante
como para pararse a contemplar a los demás. Era como si fuera invisible o, no
se, quizás parte del mobiliario urbano. Puestos a escoger sería la parada del
bus, pero bueno eso es otra historia.
-Y como decides a donde vas cada vez?
-Muy fácil, cojo el aeropuerto y me subo en el avión al
sitio que menos conozca. “Seguro que será el que mas me sorprenda” pienso. Y la
verdad es, que hasta ahora, siempre acierto. No lo se, a lo mejor es porque son
sitios donde la globalización aún no ha llegado hasta extremos insostenibles.
La gente se para a mirar lo que tiene al rededor. Y te puedo asegurar que es
maravilloso lo que llegan a tener. Pero entonces siempre pasa lo mismo.
Encuentro un puñetero recuerdo que me aboca a él y me derrumbo. Da igual donde
vaya, hasta un simple grano de café puede ser mi perdición.
-Sabes lo que necesitas tú?
-El lugar perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario