Al fin y al cabo la guerra no es tan diferente de la vida.

Este tendría de ser el momento más feliz del día, después de haber luchado todo el día en las trincheras y arriesgar tu vida, tendría de ser el momento más feliz. Nadie es capaz de describir las caras de felicidad cuando llega el mensajero con todo el correo, la cara de felicidad de cada uno de mis compañeros al escuchar su nombre e ir corriendo a abrir las cartas, a leer lo que sus amores les escriben, porque escuchar un “ te hecho de menos” a todo el mundo le sienta bien. Justo después de leer por segunda vez cada palabra de esas cartas se ponen a escribirles, a decirles que ellos también les echan de menos.
Tener un motivo por el cual luchar, por el cual disparar cada bala, por el que va dedicado cada grito, cada pestañeo y cada respiración te hace seguir adelante, tener siempre en mente a esa persona que sabes que te esperará cuando todo esto termine, esto te hace mas fuerte, mas poderoso.
Pero esto es la vida y no todos tienen cartas, no todos tienes a quien escribirle, como yo, no tengo motivo por el que seguir luchando en esta guerra, quizás eso me haga mas vulnerable, quizás si me matan mis últimas palabras no irán para nadie, el viento se las llevará. Por eso escribo en este papel mientras todos mis compañeros sueñan con volver a casa y abrazar a esa persona. Escribo para que piensen que yo también amo, también lucho por la vida.

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