Helena esa noche no durmió, ni la siguiente ni la siguiente, tenía demasiadas preguntas sin respuesta, demasiados laberintos sin salida. Ella únicamente se estiraba i recordaba mientras pequeñas lágrimas iban cayendo por su tierno rostro destrozado. Porque tantas palabras bonitas, palabras que llegaban al corazón i enamoraban, palabras llenas de sentimientos inventados, palabras que llegaron a significar tanto en ella, al fin y al cabo solo fueron simples palabras, falsas palabras...
A partir de entonces ella no volvió a dar, ni a experimentar, no podía. Helena se refugió en sus libros de amor, historias sobre un amor perfecto, el que ella siempre deseó, aunque siempre se conformó con una tercera parte de todo aquello que leia. Cada libro le hacia sentirse un poco mejor, pensaba sin encontrar respuesta a sus preguntas, lo único que savia es que ella estaba allí, sin él.

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