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Mery, algo desconcertada sonreía como nunca lo había hecho. Esas veces en las que se sonríe más con el corazón que con el gesto de la cara. Durmió bien, y a la mañana siguiente se sintió con muchas más fuerzas para seguir con su vida adelante. Cuando sonó aquella vieja pero fantástica canción que tenía puesta de despertador en el móvil, se levantó de un salto y abrió su armario. Decidida como nunca se vistió con una falda vaquera, unos botines negros y una camiseta azul eléctrico. Quería sentirse guapa. Aquel azul de su camiseta se lo permitía, y le daba al mismo tiempo un aire algo alocado. Sin asegurarse de llevar el material prescindible del colegio dentro de su mochila la cogió y salio de casa feliz, dando pequeños saltos. Ese día no desayuno, no tenía ganas de sentarse en la cocina y tener que estar aguantando las cosas que su madre le diría.
Así pues, llegó al colegio y justo cuando cruzó la puerta que separaba el colegio de la acera de la calle se cruzó con Speed. Éste fue a saludarle con un beso en los labios, sonriente, pero Mery en ese momento se confundió no era tan fácil como había imaginado, le costo sangre y sudor apartarle sus labios pero lo consiguió, repentinamente, le apartó la cara y se fue sin decir ni una palabra, aguantándose las lágrimas. Speed no entendía nada. La primera clase fue normal, no se dignó a dirigirle una simple mirada, y fue en la segunda hora cuando recibió una nota de Speed. Le preguntaba a ver que le pasaba. Mery tan solo le escribió:
"Tu mismo tendrás que saberlo, dime que te paso ayer"
Speed se sentía fatal, el mundo se le estaba cayendo encima a pedazos. Y a ella también. No era consciente de que había perdido a su amor, a ese chico con el que tantas veces había reído, había pasado muchos grandes momentos… Como aquel día…
Se lo encontró por sorpresa cuando ella salía de la academia de inglés. Le acompañó hasta su casa y cuando ya se estaban despidiendo y ella ya había abierto la puerta del portal, él le cogió las llaves de sus manos y divertido echo a correr. Ella no supo cómo reaccionar hasta que el chico le grito:
-¡Me las quedo! Tendrás que llamar al interfono para que te abran.
-¡Anda, no seas tonto, devuélvemelas!-
Te las devolveré cuando lleguemos a mi casa.-
¡Pero si hemos pasado por tu casa hace tan solo diez minutos! Que bobo eres, ¿No me harás ir otra vez no?
-Claro que si. -Le dijo sonriendo.-
Y fue entonces cuando ella rendida corrió los cincuenta metros que les separaban y le acompaño hasta su casa. Pensó que era algo estúpido, pero a la vez divertido. Le gustó aquel pequeño juego. Cuando por fin llegaron él le dio las llaves y después de darle un pequeño beso en los labio le susurro al oído "te quiero". Y así, sin más, se fue. Ella volvió a su casa con la sonrisa más grande que nadie en el mundo podía tener. Iba negando con la cabeza al mismo tiempo que sonreía y pensaba en lo que la gente diría de ellos dos si hubieran visto aquella escena. Dos jóvenes conducidos por la locura y la diversión. Dos jóvenes enamorados…El grito de su profesora de Matemáticas le hizo volver a la realidad, a esa realidad que tano odiaba ella. Esa realidad en la que los problemas ligan más que las personas. En la que el dinero y el egoísmo ganan en una lucha al cariño y la generosidad. Pero a la misma realidad en la que las pequeñas cosas te hacen disfrutar de la verdadera vida y te hacen sonreír en cada rincón del corazón.

1 comentario:

Sяtα Pαtяiciα OlαzábαL. dijo...

me encanta como esta quedando toda! :)
hasta me sorprendo de que nosotras mismas lo estemos escribiendo!:P bueno.. aunque escribiendo tu, claro....! :D